Susana suspira, cuento Ministerio Cultura

SUSANA SUSPIRA
a Rulfo que en silencio fotografiaba su pueblo
Por
Gustavo Gómez Vélez
 Tenía unas trenzas como hechas por las manos del viento y lo boca repleta de los muchos besos que yo iba a darle.  Muy joven todavía, lo recuerdo.  La encontré en una de aquellas correrías con el Tío Celerino, confirmado niños por esas tierras de Jalisco.
Era una fonda de caminantes donde se tomaba el refresco, y los caballos aprovechaban el pasto, cuando era verde, y los labriegos se echaban unos tragos, y los niños jugaban entre sí, y el sol picaba más que el chile.  Sobre una carreta alguien reposaba.
Quizá ese sueño tan clarividente me anunció tu presencia.  Y tenía mi cámara de hacer fotos terciada al hombro, porque con el Tío Celerino yo iba tomando fotos de esos pueblos a donde íbamos porque eso había qué mostrárselo al Padre Serrano, y esas cosas.  Desde el corredor de la Fonda vi la carreta, y también aquel sueño que no habría de olvidar jamás.  De modo que no lo pensé demasiado, porque me empujó la placidez de tu descanso.
Cuando el Tío Celerino vio que yo iba a tomarte la foto, me dijo que nos faltaba ir a Contla, y teníamos poca película, pero yo le dije que tranquilo que yo no iba a tomar nada y que más bien él se tomara otra cerveza, y así me aparté, como siempre me dio vergüenza el atrevimiento, y no quería que fueras a despertar y supieras que te había retratado.  Así que, sin mucho encuadrarme te saqué el retrato, y ahí quedaste como mi pulso pudo, y entonces me salió una foto en la que estás acostada como al revés, tu cabecita aquí abajo, donde quedan los pies, y tus pies donde uno suele mirar al cielo.  Pero no hay problema porque cada vez que uno quiere verte derechita, sólo gira la foto y ahí sí te ves más clarita que tu nombre, Susana.  Y lo que me dolió más a mí en ese momento era que alguien podría venir, un pariente tuyo, y no me diera tiempo ni sacar esa foto como la saqué, y sobretodo que estabas ahí, dormida, con tus manos cruzadas en el regazo, tus párpados guardando tus ojos y esas pestañas que se te salen, como que se vuelan por los aires.  Después fue que yo te detallé, porque tomé la foto y me vine a sentar con el tío, temblando que nadie me hubiera visto.  Y luego los que iban contigo se montaron a la carreta, y yo como que vi que te despertaste, o no sé, porque estaba entelerido, como si hubiera cometido un pecado. Después fue que me tocó esperar hasta volver a San Gabriel y meterme al cuarto oscuro para revelar toda esta tira de niños que habíamos retratado en las confirmaciones.  Y entonces me la pasé toda la noche confirmando que tu retrato sí hubiera salido. Yo sé que sacar fotos sin permiso no está bien hecho, pero como yo no iba a mostrársela a nadie, solamente lo sabíamos yo y tu sueño de ese día que fue el que me ayudó a retener tu imagen.  Esa que me estuvo acompañando tantas veces y que ahora vuelvo a ver, como si viera una nueva esperanza.  Sí, tu imagen, ahí sobre aquellas tablas, puestica delicadamente, con aquella falda de rayitas horizontales y tu blusa blanca bordada por las mangas y en el borde de tu pecho, donde apenas se asoman tus senos de futuras provocaciones. Esos bordados muy propios de las mujeres chinantecas, así como la mola que te cubre la cabeza y que en la foto te sirve de almohada.  Yo quisiera saber cuánto tiempo estuviste allí dormitando, porque quizá así hubiera sabido de qué tamaño estaba hecho tu sueño, para compararlo con el sueño mío.  Ese que te estuvo buscando por tanto tiempo y que me puso a preguntarle a la gente que si te conocía, que si te había visto, porque después tuve que regresar por esos pueblos a entregar algunas fotos que había prometido, y aprovechaba para preguntar, y decía mentiras, como me había enseñado el Tío Celerino, que las mentiras eran buenas si duraban, y decía que era que tú me habías encargado esa foto y que habías olvidado dejarme el rastro de tu casa, y entonces con eso empecé a buscarte, y mientras más buscaba más te fui adivinando, como adiviné de qué color  estaban hechos tus ojos, y a qué sabía tu alma, y a qué olían tus suspiros.  Y entonces fue por eso que ya donde íbamos la gente me hablaba de ti, y me decían cosas que ni yo mismo podía haber imaginado, porque yo sabía que eso se debía a la foto que yo andaba mostrando, y que por Jalisco recreaba los ojos de todos y en cada pueblo me hablaban de una Susana, y cada Susana era una parte de todo lo que yo después supe que eras.  Porque los que veían la foto donde te ves como al revés, decían una cosa y los otros decían otra de tu persona, y te hiciste más popular que la Virgen de Guadalupe.  Y todo por culpa mía, por metérseme en la cabeza comprobar que eras verdad, que eras el sueño más soñado de todo hombre, y por eso yo hasta sentía miedo de encontrarte de veras, y desfallecer ante ese pequeño milagro, y entonces hasta rezaba para que no te encontrara, y no fuera que ya me odiaras por andar por ahí mostrando tu retrato tomado sin permiso, y de sólo pensarlo se me ponía el estómago como un recreo de locas, y por eso fue que cada día te me ibas haciendo más distante, más inalcanzable que nunca.  Así que volvía a detenerme en el retrato y a no mostrarlo más, y no volver a pisar esos pueblos, para no tener que escuchar lo que decían de ti, todas esas barbaridades que se hablaban, como si hacía tiempo no hubieran tenido nada importante de qué hablar, y entonces era mejor hablar de Susana, como para soliviantar las penas y el abandono en el que estaba aquella tierra. Después de todo, Susana, yo sin quererlo, quizá por esa manía de tímido irredento, no concebí que fueras a ser una especie de leyenda, y que mi amor por ti acrecentara esa leyenda, y hasta surgiera Florencio, a quien tanto amaste, y por quien seguías atada, aún en tu locura, luego de su muerte.  Y quizá por eso también me odias, Susana, porque esos malditos celos que me habían entrado, por tus entregas absolutas a Florencio, por esas tardes de amor en la playa, besada por él y por el mar, me forzaron a crear a ese otro ser tan detestable, quizá como la más detestable que hay en cada uno, ese señor Pedro Páramo, sí, creado como para tratar de saciar mi impotencia de no poder verte de veras, de no encontrarte en la realidad de mis vivos, sino, y más bien, de retenerte, así fuera con la mano avasallante de Pedro Páramo, pero tú ni a él le hacías caso, tu locura sin Florencio te colmaba esas noches de delirio, y mi fuerte Páramo, hecho de esa naturaleza rocosa que dan esas tierras agrestes, no pudo saborear el amor de tantos años, y sólo te veía, aunque yo lo envidiaba a veces, porque por lo menos en esa otra realidad ficticia, él sí podía verte, mientras yo me la había pasado apenas imaginándote.
No sé Susana, si fue mal hecho de mi parte provocar tu separación de Florencio, pero era que en el fondo yo no quería que el amor que tenías fuera para otro yo que yo no fuera, y por eso tu locura me sirvió también para mantenerte lejos de Pedro Páramo, y eso hasta me alegraba, porque de esa forma yo podría ir caminando entre los vivos, tratando de encontrarte Susana, Susana de verdad, toparme tus ojos aguamarina, y asegurarme que no estaba equivocado al inventarte como te había inventado a través de aquel retrato, ese retrato que guardo, aunque nadie lo sepa, aunque tú ni lo sepas, Susana. Tal vez por eso, Susana, Pedro Páramo te mandó a hacer un ataúd a prueba de ruidos para que los demás muertos no pudieran hablar contigo, ni tú con ellos. Algo así, como a mí, que me tocó ponerme a hablar solo desde que el Tío Celerino dejó de hablarme porque lo mataron por confirmar niños siendo ateo. Por eso fue que me dediqué a hacer monólogos mientras iba de pueblo en pueblo disparando fotos, ansioso de volver a sacarte una a ti, con los ojos bien abierticos, y a tu vez, Susana, andabas por allá en La Media Luna, enceguecida y loca de amor por Florencio. Por eso nunca imaginé que tendría que enfrentar mis propios fantasmas, mi obligado silencio. Ya me es tan difícil, Susana, seguir mintiendo, seguir callando.
 Gustavo Gómez Vélez. Editado por el Ministerio de Cultura, Antología de Cuentos Colombianos, 2010, RELATA



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus palabras siempre serán importantes en este blog